Dios del mar en el mar del este, extenso en el del oeste
En el más lejano de los confines del mundo se encuentra un océano
llamado Kyokai, el Mar del Vacío, que separa dos tierras muy distantes, una al
este y otra al oeste. Nunca juntas, y siempre separadas, y aun así comparten
una misma leyenda:
“Del otro lado del mar existe una tierra prometida de leyenda y
misterio.
Sólo los elegidos podrán visitar esta tierra, donde los hombres conocen
la felicidad eterna. Su suelo da ricas cosechas, y la riqueza surge de la
tierra como el agua de las fuentes. No se envejece, ni se conoce la muerte ni
ningún tipo de penuria…”.
De un lado del gran mar, los hombres llaman a esta tierra “Hourai”. Del
otro, “Tokoyo”, el país eterno.
El niño se despertó con un sonido
de voces. Le llegaban en forma suave, arrastrándose en la oscuridad. Su madre y
padre estaban hablando en algún lugar fuera de la casa.
El suyo era un hogar simple –poco
más que cuatro postes sosteniendo esteras de paja, que hacían las veces de
techo y paredes. El niño dormía sobre la tierra dura, sin siquiera una manta
para envolverse; por fortuna, se encontraban en la estación cálida, cuando los
insectos zumban y los grillos cantan en la noche. Su única fuente de consuelo
eran sus hermanos, que compartían su cama en el suelo. Antes habían vivido en
una casa mucho mejor, con un techo de verdad y paredes decentes, pero esa casa
había desaparecido. Había quedado reducida a cenizas en un rincón de la
arrasada capital.
-No hay nada que podamos hacer al
respecto –, susurró su padre.
-Pero… –protestó su madre–. Ya sé
que es lo mejor, y que tiene sentido… pero es un chico tan listo.
En la oscuridad, el niño comenzó
a temblar. Había perdido por completo el sueño al darse cuenta de que sus
padres hablaban de él.
Su padre murmuró una queja
indistinguible, a lo que madre replicó, –Porque él entiende. Es muy
despierto, y también listo, aunque otros niños de su edad apenas pueden decir
dos palabras juntas. Es como si no hubiera venido de nosotros, sino… de alguna
otra parte.
–Todo cierto, sí. Pero no es más
que una criatura. No se va a dar cuenta que pasó.
–Eso no es lo que me preocupa.
Temo que, si lo dejamos morir, haya algún tipo de maldición….
El pequeño se subió el cuello de
sus ropas para mantener al frio alejado. Acurrucándose, trató de dormir. No
quería escuchar a escondidas. Sólo había estado en el mundo por cuatro años y
un par de días, pero sabía de qué estaban hablando sus padres. Sus voces
continuaron, pero él ya no escuchaba. Empujando las palabras fuera de su mente,
se obligó a volver a dormir.
Fue dos días después que su padre
vino, llamándolo suavemente.
–Tengo trabajo que hacer.
¿Vienes?
Asintió. No preguntó a dónde iban
ni por qué.
–Bien –, dijo su padre, pero no
sonrió. El hombre extendió su mano, y el niño la tomó con fuerza. Tomado de esa
mano, gigante y callosa, dejó su hogar y caminó junto a su padre por entre las
ruinas que el fuego había dejado de la ciudad. Fueron hasta las Montañas
Kinugasa y continuaron por las colinas interiores, subiendo y bajando por
caminos serpenteantes. Cuando habían andado tanto que el pequeño ya no podía
decir de qué dirección habían venido, el hombre soltó su mano.
–Quédate aquí –, le dijo–. Ya
regreso. Tú espera aquí.
El niño asintió.
–No te muevas de este lugar. Lo
digo en serio.
El niño asintió de nuevo.
Contempló como su padre desaparecía en el bosque, mirando sobre su hombro de
vez en cuando.
No voy a moverme. Me quedaré justo aquí.
El niño apretó sus manitos en
puños y fijó la mirada en dirección al camino que había tomado su padre.
No voy a ir a casa.
Y allí se quedó, como había
prometido, sin dar un solo paso.
Al caer la noche, durmió en el
camino, y cuando sintió dolor de estómago, arrancó el pasto que tenía a su
alcance y masticó las raíces. Bebió el rocío nocturno para saciar su sed.
Para el tercer día, no podría haberse
movido aunque así lo hubiese querido.
Está bien. No voy a regresar. No
voy a ir a casa.
Sabía cuánto daño les haría a sus
padres si lo hacía.
La capital se había quemado, y
las calles estaban cubiertas de cadáveres. El hombre para quien trabajaba su
padre había sido asesinado por la infantería de los ejércitos del Oeste. Para
que una familia pudiera vivir sin trabajo ni hogar, tenían que reducir la
carga. Un niño que no podía trabajar no era más que otra boca para alimentar.
Cerró los ojos y dejó que su
mente se nublara. Justo antes de quedarse dormido, creyó haber escuchado el
sonido de algo acercándose por el pasto –una bestia salvaje que había venido a
comerlo, quizás.
Voy a esperar aquí.
Esperaría hasta que llegara el
día en que las cosas fueran mejores. Gracias a él, su familia habría
sobrevivido los malos tiempos. Serían felices de nuevo y, un día, se acordarían
de él y vendrían aquí, a estas montañas, a presentar sus respetos.
Voy a esperar.
El niño se despertó en el medio
de la noche con el sonido de personas hablando. Tenía demasiado sueño para
entender lo que decían, pero sonaban enojadas. Ahora estaban gritando,
gritándole a su madre –discutiendo acerca de algo. Por un momento pensó que
debería levantarse y ayudarla, pero sucumbió nuevamente al sueño.
A la mañana siguiente, su madre
lo tomó de la mano y, juntos, abandonaron el pueblo. Su madre lloraba mientras
caminaban. Era la primera vez que veía sus lágrimas.
El niño no tenía padre. Su madre
le había dicho una vez que se había ido a una tierra muy lejana.
La aldea en la que vivían antes
se había quemado, así que él y su madre habían ido a ese pueblo, donde dormían
en una esquina de la calle. Muchas personas llegaron al pueblo después de
ellos, pero uno por uno se marcharon nuevamente, hasta que sólo quedaron unos
cuantos. En todo ese tiempo, no había visto a otros niños.
Con la excepción de su madre,
todos los adultos lo trataban de una manera muy fría. Cuando hablaba, lo
golpeaban con rudeza, y no tenían más que palabras crueles para él. Rápidamente
aprendió a no decirles lo hambriento que estaba; eso sólo empeoraba las cosas.
Ahora su madre lo llevaba de la
mano, llorando en silencio mientras caminaban por un camino angosto entre
campos quemados y sin sembrar. Pronto se encontraron en las montañas, donde
todo lo que se podía ver aquí y allá eran árboles. El niño nunca había llegado
tan lejos en toda su vida.
Una vez estuvieron internados en
el bosque, su madre le soltó la mano.
–Vamos a descansar un poco.
¿Quieres agua?
Asintió. Su garganta estaba muy
seca.
–Voy a buscar un poco. Tú quédate
aquí.
Aunque siempre le ponía nervioso
perder de vista a su madre, estaba demasiado cansado por tanto caminar, por lo
que simplemente asintió. Ella se quedó allí un largo rato, acariciando su
cabeza con dulzura; luego, de repente, se había ido, caminando enérgicamente
entre los árboles.
El pequeño se sentó en el suelo.
No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a preocuparse por dónde se
encontraba su madre. Por el momento, no pudo soportarlo más, así que se levantó
y comenzó a caminar. La llamaba mientras caminaba apresuradamente por el
bosque, siguiendo hasta que no supo ni a dónde se había ido ella, ni de dónde
había venido él.
Hacía frío y tenía hambre, pero
lo peor de todo era la sed.
Continuó caminando, llorando,
buscando a su madre. Eventualmente, salió del bosque y llegó a un escarpado
acantilado que daba sobre el mar, y lo siguió.
Justo antes del anochecer, llegó
a un pueblo.
Desesperadamente, corrió por las
calles, buscando a su madre, pero sólo encontró extraños. No tardó en darse
cuenta de que este no era el pueblo en el que se había levantado en la mañana.
Se estaba preguntado qué debía
hacer ahora, cuando un hombre se le acercó. Después de escuchar la historia del
lloroso pequeño, le dio una palmadita en la cabeza y le regaló un poco de agua
y algo para comer.
El hombre miró a la gente que los
rodeaba, encontrando sus miradas, y tomó al niño de la mano. Lo llevó de vuelta
al acantilado en las afueras del pueblo. Más allá de las arremolinadas aguas
azules, el niño pudo ver unas montañas gigantescas que se erguían como una
pared del otro lado del océano. El hombre le acarició la cabeza una última vez,
y murmurando un “lo siento”, lo empujó por el acantilado.
Al abrir los ojos, el niño se encontró
en un agujero oscuro, similar a una caverna. Podía oler el roció del mar, y
algo más –el olor de la putrefacción, pero estaba tan acostumbrado a la muerte
y sus sombríos vestigios que no lo encontró ni inusual ni particularmente
alarmante.
Sin embargo, estaba mojado y
congelado, y se sentía solo. Cuando escuchó algo moviéndose en las cercanías,
se volteó para mirarlo, pero todo lo que pudo ver fue una colosal figura en la
penumbra. El niño gimoteó. Después de todo, estaba un poco asustado –pero más que
nada, se sentía solo.
Entonces sintió un aliento cálido
en su brazo. Le hizo temblar, hasta que algo suave comenzó a acariciar su piel;
se sentía como las plumas de un pájaro. La figura era la de un pájaro gigante,
que había venido a controlarlo.
Aunque su cuerpo estaba
paralizado por la conmoción, las cálidas plumas pronto ahuyentaron sus miedos.
Notó que ahora estaba siendo abrazado por un par de alas. Era cálido, muy
cálido, y se asió de las plumas con firmeza.
–Madre…
Sentado en la oscuridad, el niño
comenzó a sollozar.
¿Por qué existe felicidad del
otro lado del Kyokai, cuando aquí no la hay?
Hourai y Tokoyo no eran más que
el objeto de una esperanza desolada, cultivada por quiénes habían sufrido la
devastación de sus vidas. Y aun así, estos niños, abandonados en ambos lados
del Kyokai –uno al este, uno al oeste–, se encontrarían juntos muy pronto.
Llevando el peso de la ruina
sobre sus hombros, caminarían sobre la tierra en busca del paraíso de las
leyendas.
5 comentarios:
Tengo una pregunta, tu tradujiste estas cortas historias?
Esta la esta traduciendo una amiga, tiene los libros en japones y los esta pasando al español.
Encontró la traducción al ingles pero me dijo que le faltaban cosas o estaban mal traducidos por eso decidió traducirlos ella directamente ;)
Una pregunta por curiosidad(solo si puedes contestarmela xD)
¿uno de los niños es Enki y el otro Koya no?
Si, la primera parte es la historia de Enki y la segunda parte es la historia de Kouya ;)
hola 1 pregunta
para cuando terminarían el libro 3?...
me gustaría que me respondieran, quiero leerlo.
gracias saludos desde Colombia
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